El 22 de mayo de 1938 huyeron del Fuerte de San Cristóbal
795 presos republicanos. Estamos en
Navarra, en el escenario de la mayor fuga de presos de la Historia de España.
Cayeron 221 en el intento. Había 2.497 reclusos en la antigua fortaleza.
Todavía hoy algunos supervivientes dan testimonio del olor de los que
probaron la libertad en Francia y el de la pólvora en los cuerpos esclavos de
los caídos.
Son 615.000 metros cuadrados de historia reciente. Se levantó en el siglo
XIX y pasó a la historia en el XX. Oficialmente, el nombre es Fuerte de Alfonso
XII, pero nadie se refiere a él así. Se concibió como una construcción
estratégica para defender Pamplona tras la última Guerra Carlista. Su historia
de cárcel terminó en 1945. El lugar se encuentra en el monte de Ezkaba,
Cuentan la historia
de las gentes:
L as puertas de la prisión están abiertas, pero en su
interior más de 2.000 presos dudan. En pocos minutos, aprovechando que es
domingo, que hay pocos militares en el fuerte y que los que hay están cenando y
desarmados, un grupo reducido de reclusos se ha hecho con el control del penal
y grita "¡Sois libres!, ¡A Francia!", mientras va abriendo todas las
puertas. De los 2.497 presos, casi todos republicanos, que hay ese día en el
fuerte de San Cristóbal, en el monte de Ezkaba (Pamplona), sólo 20 están al
corriente de los planes de fuga. Muchos temen que sea una trampa de los
funcionarios para matarlos en cuanto atraviesen la puerta. Finalmente, 795 presos
deciden aprovechar la oportunidad de escapar a Francia, aunque nadie sabe en
qué dirección está.
"El desconcierto era total. Había rumores, pero nunca
pensamos que la fuga fuera a llevarse a cabo. Cada uno tiró por su lado;
algunos, que incluso pensaron que se había terminado la guerra, fueron directos
a la estación de tren de Pamplona y trataron inocentemente de comprar un
billete con los vales de la prisión. Naturalmente, los detuvieron enseguida. Yo
calculo que estuve unos 15 minutos corriendo desorientado por el monte hasta
que oí claramente el toque de trompeta de las fuerzas que venían de refuerzo
desde Pamplona. Estábamos muy débiles por el hambre. Muchos iban sin zapatos.
Comprendí que no podría correr muy lejos, y además no sabía adónde, así que
decidí regresar a la prisión. Para cuando llegaron los refuerzos militares de
Pamplona, yo estaba en mi sitio de siempre", recuerda Ernesto,
de 89 años, superviviente del fuerte de San Cristóbal. Aquel 22 de mayo llevaba
poco más de un año en el penal, tenía 18 y venía del de Burgos, tras un consejo
de guerra en el que otros 35 republicanos fueron condenados a muerte. Él no
porque entonces era menor de edad.
Álvarez decidió
arriesgarse. "Las tropas nos perseguían a tiros por el monte, nos iban
matando como a conejos, al que veían lo mataban, así que nos fuimos dividiendo
y dividiendo, y al final íbamos dos gallegos y yo, que soy de Asturias, juntos.
No sabíamos dónde estaba Francia. Por la noche avanzábamos y por el día
permanecíamos agazapados, hasta que ya no aguantamos más el hambre y nos
arriesgamos de día. Llegamos a un pueblo, Gascue-Odieta, y una mujer avisó a
los militares. Vinieron a por nosotros, pero, antes de devolvernos al fuerte,
la señora nos dio el mejor manjar que he probado en mi vida, un plato de sopa,
¡con fideos!", recuerda Álvarez, de
89 años, preso en el fuerte durante casi cuatro. En ese momento no lo sabían,
pero el Asturiano y los dos gallegos estaban ya muy cerca de la frontera con
Francia.
La primera parte del plan había sido un éxito; 795 presos
descalzos y hambrientos habían conseguido escapar del fuerte humillando a la
autoridad militar. La fuga, planificada durante meses entre un pequeño grupo de
reclusos, se ejecutó según lo previsto -habían reducido a los guardias que les
llevaban el rancho de la cena, les habían arrebatado las llaves y se habían
disfrazado con sus uniformes para atravesar el patio- hasta que uno de los
centinelas de la entrada intentó resistirse. "Fue la primera y única vez
en mi vida que vi matar a un hombre. Un grupo de paisanos golpeaba certera,
brutal y repetidamente la cabeza del centinela. Lo hacían con un martillo, y no
pararon hasta que, agotada su resistencia, el soldado cayó inerte. Me quedé
sobrecogido. Contemplar un homicidio desde la barrera y asumir instantáneamente
que de alguna manera te verás implicado en sus consecuencias no es para menos”.
En tropel, los presos van saliendo del fuerte, pero uno de
los guardias ha conseguido escapar y se dirige a Pamplona para pedir refuerzos.
"Si no les hubiera avisado, no hubiese venido nadie hasta el relevo de la
mañana siguiente y habríamos tenido más tiempo", lamenta Álvarez. La
segunda parte del plan, la huida, va a fracasar estrepitosamente.
De los 795 presos que se fugaron aquel día, 585 fueron
capturados y 207 muertos a tiros en el campo cuando trataban de escapar por el
monte. Las autoridades militares, que, humilladas, habían tratado de
justificarse en la prensa asegurando que los fugados no eran presos políticos,
sino "presos comunes de la peor especie, un puñado de asesinos,
atracadores y ladrones", pusieron en los periódicos de la época ,
recuperaron su autoridad con toda la contundencia de la que eran capaces.
Catorce de los 17 promotores de la fuga fueron condenados a muerte y fusilados
en público en el centro de Pamplona, el 8 de septiembre de 1938, tras un
consejo de guerra. Morata, uno de los tres procesados que se
libraron de la pena capital, aparecía descrito en el sumario como
"psicópata inadaptado a la sociedad civil, débil mental". Tenía 19
años y cumplía en San Cristóbal una pena de 10 por un robo cometido cuando
tenía 11. Era deficiente.
Sólo tres presos consiguieron llegar a Francia, según consta
en el Cuaderno de Registro de 795 fugados que realizó un funcionario de la
prisión. Uno de ellos, José, murió hace 40 años en México, donde
se casó y tuvo tres hijas a las que jamás habló de San Cristóbal, como pudieron
comprobar Álvarez en las cartas
recibidas. De los otros dos fugados que lograron cruzar la frontera, nunca más
se supo. "No nos teníamos que haber fugado. Salimos sin provisiones, muy
débiles, sin conocer la zona. Fue un error, pero nos estaban matando de hambre
y de frío", concluye Álvarez.
Hoy, el fuerte y sus alrededores (615.000 metros cuadrados)
son una gran tumba, una gran fosa de fosas en la que yacen los cuerpos de los
207 fugados, un grupo indeterminado de presos "gubernativos" (no
registrados) que falangistas de distintos pueblos iban a pedir al
fuerte para fusilarlos en la primera curva, y cerca de 400 presos a los que no
fusilaron, pero dejaron morir. "Te despertabas por la mañana y veías al de
al lado todo hinchado por avitaminosis. Muerto. Al día siguiente, otro. Morían
de inanición porque los administradores estaban compinchados para quedarse
parte del dinero con el que tenían que comprar nuestra comida, lo denunció un
funcionario, pero el caso fue sobreseído. En invierno teníamos que enterrar a
los compañeros en la nieve del patio hasta que pudieran llevárselos a todos en
camiones", recuerdan los que pasaron por ella.
Al principio, los presos son enterrados en fosas comunes en
cementerios de pueblos de la zona, pero los alcaldes protestaron porque ya no
quedaba sitio para sus muertos y el director del penal
improvisó un camposanto alrededor del fuerte. Se han comenzado a exhumar a los presos enterrados
en dichos cementerios. De momento, han encontrado a siete. Saben que nunca
podrán recuperarlos a todos, pero se les
siguen buscando.
Datos de archivos de la guerra civil Española.
toni 1961
A.Alvarez
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