En aquellos días estando en monjas, los bulos como lo
llamábamos empezaron a tener resonancia en mis tímpanos, miles de leyendas
llenaban nuestras cabezas, leyendas y bulos que nunca se sabrá si son ciertos.
nuestras pequeñas cabezas no daban para procesar
tantos datos, las amenazas , que corrían por los pabellones y patios eran un
combate de boxeo, unas fuerzas contra otras y unos pensamientos contra otros ,
parece que disfrutábamos con el terror y el miedo y la trasmisión a los demás
compañeros, por lo que hoy se llaman leyendas urbanas , crecían y crecían .
El CUARTO DE LOS RATONES:
Aquella monja alta a
nuestros ojos y gordita, siempre amenazaba , con el cuarto de los ratones , yo
nunca estuve , pero según los relatos que corrían por el patio de recreo, era
un agujeró enorme al lado la cocina
junto a la pequeña despensa que las monjas guardaban aquel pestilente membrillo en
lata con tapa santa de España, era una virgen , no se cual , pero creo que
carece de importancia.
Uno contaba que estuvo allí de tres a cuatro horas y
que era un cuarto estrecho pequeño y húmedo y que las ratas campaban a sus
anchas, el bulo u leyenda crecía y crecía según
fuese el que lo contase, la importancia y el heroísmo crecía en primera persona
según el compañero y amigo que lo contaba, cada uno lo decía y agrandaba para
ser mas héroe que el anterior.
Yo estuve seis horas, yo
un día, yo dos días y nuestras pequeñas mentes lo hacíamos película y soñábamos
con ser los héroes siguientes de ese famoso cuarto de los ratones.
Al final la leyenda mas oída era, que a los niños que se portaban mal, se les metía
en dicho cuarto con un chusco de pan y un vaso de agua, que les mantenían horas
y horas, que aquel cuarto se convirtió, gracias algún gran
aventurero en un pasadizo secreto que iba desde las cocinas de las monjas, a la
sacristía de la iglesia de el colegio que estaba donde mulas.
Que por aquel interminable pasadizo, sucedieron un
sinfín de hechos y escapatorias, encuentros monjas y
salesianos y paso de prisioneros y el depósito de productos obtenidos de contrabando en épocas de posguerra.
Al final el compañero o niño más mayor, siempre era el
más fuerte y el más venerado, por haber estado más tiempo, el haber recorrido
todas sus galerías subterráneas y haberse enfrentado a miles de peligros, es el
machote del clan.
La verdad es que todos y cada uno de nosotros,
necesitábamos tener a un machote, en un lugar donde se necesitaban líderes y
los bulos, para tener un orden social y estructurado de patio de
recreo, como existen en las cárceles, con vigilantes del orden y concierto en
el perímetro.
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