Las Visitas:
Homenaje a esas
Madres las verdaderas protagonistas, que durante la semana estaban trabajando
para su sustento y el de su familia, que cada domingo u día que tenían libre,
trataban de preparar y llevar un paquete, que venían de todas las partes de Madrid u de pueblos de la periferia a cuatro caminos
u plaza castilla para coger aquella destartalada camioneta el M-9 más conocida
como el autobús del goloso, antes de que existiera esta línea , los padres y
familiares , tomarían los autocares de
Colmenareño, en la calle donde posteriormente estuvo el periódico YA, creo que
era Mauricio Legendre, pasaban dicha odisea para pasar unas horas de dicha
tarde con sus hijos, que solo podían
verlos esas pocas horas una vez a la
semana.
yo lo vivía de otra forma , pero si veía en sus caras, la
alegría de los domingos por la tarde, sentados en el poyete de la larga
columna alta que casi rozaba el cielo, enfrente de la
entrada de las clases de los mulas,
donde en su terminación como flores de trompeta emergían los
potentes cuatro altavoces, cada vez que
se oía el din, don,
se hacia un silencio sepulcral en
los patios, por dichos altavoces sonaba
la voz tartamudean té de Calleja,
El ,el, niño, Raúl Álvarez , tiene
visita, pase, pase , por dirección.
Como liebre que llevaba el viento aquellos niños
corrían cruzando el túnel prohibido , el
fuera de sitio, la puerta de salida al
encuentro de la madre u padre, familiar cualquiera que venía a verte lloviera,
nevara para estar con ellos , pasaban por la fuente redonda llena de peces de
colores con sus cuatro caños chorreando agua , sonaba a música de esperanza y
amor que recibías pasos más delante
de aquellas madres que les esperaban con
los brazos abiertos en la escalinata de la dirección, con la caja de cartón
cosida con cuerda de esparto, con los mejores manjares que se podía permitir,
para su hijo querido, palabras de amor y lágrimas corrían por esas mejillas
sonrosadas , por efluvios de un amor y
pena contenidos, esa sonrisa de oreja a
oreja y esos besos tan fuertes que te dejaban marcadas tus mejillas , mama,
hijo.
Tu solo le contabas tus alegrías, no querías apenarla, ella
solo te contaba lo bueno, para que tú no te apenaras, era el amor de una madre
a su hijo y de un hijo a su madre, dos cuerpos separados, dos corazones juntos,
dos mundos entrelazados en el amor.
Dos horas cortas de
caricias besos y abrazos conversaciones mudas y miradas
expresivas, no querías que terminasen, tiempo corto de visita, salida por
aquella puerta de barrotes de hierro con
farolillos en su cumbre , un adiós entre sollozos, lágrima contenida y sensación de rabia contenida por
no poder atender a su hijo a diario, hasta el domingo , pórtate bien , se
bueno, adiós Mama, no te preocupes, que me portare bien.
De regreso, triste, no te fijas en nada, hasta pasar de
regreso por debajo del túnel y
encontrarte de nuevo con los compañeros, donde tomabas fuerzas y te convertías
en protagonista de la tarde contando tu visita y enseñando los manjares que te
había traído tu madre u familiar, regreso a la rutina, al toque de silbato y a
las filas, tu contando los días hasta el
domingo para pasar esas pocas horas de amor y de ternura de madres que se
vieron privadas por circunstancias de la vida del disfrute de sus hijos.
A. Álvarez Herranz