En 1936 las cosas no eran como se nos han vendido en la
reescritura de la historia que hicieron los vencedores. En aquel fatídico año,
si alguien era respetado y nombrado por la mayoría de la población (porque
la mayoría de la población siempre es proletariado aunque hoy no lo sabe
una gran parte), ese era sin duda el hijo de una modesta familia de clase
obrera: Buenaventura Durruti.
Más allá de lo peculiar del personaje, y a pesar del tiempo
transcurrido, en esencia muy poco ha cambiado sobre aquello que tan claro tenía
el revolucionario libertario, excepto la conciencia de clase del pueblo del
Estado español. Pero solo hay que escuchar lo que Buenaventura decía entonces
para entender que, cosméticas cronológicas al margen, en el fondo, la realidad
es la misma.
Durruti recibió un impacto de bala el día 19 en Madrid y
falleció el 20 de noviembre de 1936 en el Hotel Ritz de la misma
ciudad, sede del hospital de sangre de las milicias catalanas. Aún no se sabe
quién fue el responsable de aquel asesinato; y es que no solo los sublevados
podían querer su muerte. A su entierro acudió la práctica totalidad de la
población de Barcelona, y pese a ello parece que nunca sucedió.
Hoy, por el contrario, el 20 de noviembre es recordado por
la muerte de dos fascistas: José Antonio Primo de Rivera, el
primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera, que fue ejecutado por
conspiración y rebelión militar contra el Gobierno de la Segunda República al
inicio de la Guerra Civil y, especialmente, cómo no, es recordado por la muerte
del dictador Francisco Franco otro 20 de noviembre pero de 1975 en
el Hospital de La Paz de Madrid, aunque se duda que esa fuera la fecha
real de su fallecimiento, y no el día anterior como sugieren
diversas fuentes.
Así murió Durruti, el
mítico líder anarquista falleció por un fatídico accidente, y no en combate como otros
grandes líderes había que enaltecer su figura como posteriormente también la
historia hiciera con José Antonio y con Francisco Franco, según los testigos, El mítico dirigente
anarquista Buenaventura Durruti murió al disparársele fortuitamente su propio
fusil mientras discutía con uno de sus ayudantes. El testimonio de quien fuera
su chófer, Clemente Cuyás, contradice la versión oficial mantenida durante años
de su muerte en combate en la defensa de Madrid, a los pocos meses de comenzar
la guerra civil. Cuyás, de 78 años, asegura ahora que él y los
otros siete testigos del accidente se juramentaron entonces para mantener el
secreto y no desmerecer el mito de uno de los líderes más carismáticos de la
CNT. El día de su muerte, Durruti (León, 1896-Madrid, 1936) se encontraba en
una vía de la Ciudad Universitaria de Madrid, a pocos metros de la línea de
fuego, empeñado en evitar que los milicianos arrancaran las traviesas de los
ferrocarriles para hacer fuego.
"El compañero
Durruti estaba muy enojado con su centurión Bonilla por los destrozos en las
vías, ya que creía que se cometía un sabotaje inútil a nuestros propios
intereses", dice Cuyás. "Era media mañana del 19 de
noviembre de 1936. En un momento de la discusión alzó el fusil y golpeó la
culata contra el estribo de nuestro coche, sonó un tiro y cayó redondo al
suelo, herido mortalmente". La bala le penetró por el pecho y le salió por
la espalda. Durruti murió al poco tiempo en el hospital y la CNT trasladó su
cuerpo en avión a Barcelona, donde se celebró un multitudinario funeral.
Cuyás afirma que los testigos que
presenciaron el accidente, en contacto con el cuartel de la columna, acataron
la recomendación de ser discretos para siempre. "Durruti murió en acto de
guerra", explicaron para mantener su aureola y no erosionar la moral de
las tropas republicanas. El chófer de Durruti, que después de la victoria de
las tropas de Franco pasó ocho años entre campos de concentración, cárceles y
destierro, visitó años después en León a los padres de Durruti. "Se
encontraban en una situación deplorable", comenta, "en la más
absoluta miseria. La CNT nunca contactó con e].los".
En plena guerra, en
muchas publicaciones históricas, el suceso quedó sumido en una tormenta de
dudas y versiones contradictorias. Clemente Cuyas, el mecánico catalán que
servía de chófer a Durruti, estaba a cuatro metros de él cuando cayó herido de
muerte por una bala que salió del cañón de su arma. Cuyás llevaba más de dos
meses al lado del líder CNT, tras sumarse en Aragón a la columna anarquista.
Durruti pretendía arrasar en la defensa de Madrid. Afincado en su casa de Palma
de Mallorca, Clemente Cuyas cree que ahora, casi 60 años después, han
desaparecido las causas del silencio y se pueden negar las versiones que
atribuían la muerte a un tiro disparado por rivales de su propio bando.
Cuyas, conocido
entonces como Manitas, acompañó más adelante a otro gran
personaje de la Cuyás a partir con él, y antes
de marchar le dio todo el dinero que tenía. Cuyás no ha
mitificado la figura de Durruti le traté más como amigo que como
camarada"-, pero admira su autoridad moral sobre los cenecistas, su dureza
de carácter -"una vez salvó de un fusilamiento a un cura ante unas
hordas"- y, ante todo, su generosidad en las trincheras. "Se quitaba
los zapatos para dárselos a los soldados si era preciso", agrega.
República, Indalecio Prieto. Fue un viaje corto, pero importante,
el del camino del exilio final. Explica el ex conductor anarquista que Prieto
se peleó con Juan Negrín en Barcelona y tomó un avión hacia el extranjero. En
el aeropuerto, Prieto invitó a
al volante de un
automóvil Ford de ocho cilindros para recorrer el frente y un Packard para la
ciudad, Clemente Cuyás compartió muchas horas de las gestas de
Buenaventura Durruti , se sentaba a mi lado y, como curiosidad, sólo recuerdo
que, a veces, por una carretera abierta, disparaba su arma por las ventanillas
de ambos lados apuntando a los troncos de los árboles y al regreso verificaba
su puntería". Durruti que nació en León en 1896 y falleció en Madrid en el
1936, fue Dirigente anarquista español, una de figuras legendarias del anarquismo.
Hijo de un obrero de ideología socialista, trabajó desde los catorce años como
mecánico ferroviario. En 1913 se afilió en la sección metalúrgica de la Unión
General de Trabajadores (UGT). Tras participar en la huelga revolucionaria de
agosto de 1917, hubo de exiliarse a Francia.
A su regreso a España en 1920, se
estableció en Barcelona e ingresó en la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT). Junto a Ricardo Sanz, Francisco Ascaso y Joan García, entre otros, fundó
en 1922 el grupo anarquista Los Solidarios, al que se atribuiría en
1923 el atentado contra el cardenal y arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila. Su
objetivo era luchar contra las bandas armadas dirigidas por los empresarios
catalanes. El grupo intervino en un atraco contra la sucursal del Banco de
España en Gijón, en el que fue detenido Francisco Ascaso, quien fue liberado
pocos días después por Durruti y sus colaboradores.
Durruti formuló una teoría de la
revolución social basada en el golpe de estado insurreccional, a cargo de
grupos de combate minoritarios. Con el advenimiento de la dictadura de Primo de
Rivera, Durruti y Ascaso viajaron a Argentina y a otros países de
Hispanoamérica (1924-1925); mediante atracos entendidos como activismo
revolucionario, reunieron durante ese periodo fondos para las agrupaciones
anarquistas. De nuevo en Europa, se radicaron en Francia. En 1927 fueron
detenidos al descubrirse sus planes para secuestrar a Alfonso XIII. Expulsados
de España el año siguiente, viajaron a Berlín y se establecieron en Bélgica en
1929.
Al proclamarse la Segunda República
(1931), se instaló en Barcelona e impulsó la Federación Anarquista Ibérica
(FAI). Opuesto a la consolidación de la República parlamentaria y a los
sucesivos gobiernos republicanos, participó activamente en las revueltas
anarquistas de 1932 y 1933, y en la fracasada revolución de octubre de 1934.
Esta experiencia le llevó a defender el no boicot de la CNT a las elecciones de
febrero de 1936; la participación mayoritaria de los afiliados contribuiría a
la victoria del Frente Popular.
Con el estallido de la Guerra Civil,
dirigió las fuerzas anarquistas en Barcelona durante los combates del 19 de
julio de 1936. Promovió el Comité de Milicias Antifascistas y encabezó una
columna de milicianos que fue enviada al frente de Aragón para tomar Zaragoza.
Durante su avance hacia la capital aragonesa procedió a la colectivización de
los territorios recuperados, pero no logró entrar en Zaragoza.
En noviembre se trasladó a Madrid para
apoyar la defensa de la capital ante la ofensiva de las tropas sublevadas. Al
mando de una columna de dos mil milicianos, defendió el sector de la Ciudad
Universitaria cercano al hospital Clínico, que terminaría sin embargo cayendo
en manos de los nacionales. El 20 de noviembre murió de un disparo que había
recibido el día anterior mientras inspeccionaba las zonas de combate, en
circunstancias confusas. Su sepelio en Barcelona congregó a una inmensa
multitud, co se a podido saber después , es muy posible que muriera de otra forma , pero no por dicha circunstancia, también debería
entrar en el homenaje de los fallecidos
el 20 de noviembre .
Antonio Álvarez “El pregonero de Valdelatas”
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