Subí a padres.
Lo de subir en nuestro
argot era llegar a padres vamos a la enseñanza primaria, a la EGB, para muchos
ya olvidada, como otras cosas de la vida y más en el día de hoy, que se lleva
el yo sufrí.
Yo recuerdo el dejar
el babi, prenda diaria con la que llegabas a tener una afinidad pasmosa, vamos
que sin el babi te encontrabas desnudo.
Tú te ponías el babi a
las ocho de la mañana y no te le quitabas hasta las nueve que te ibas a la cama, era una prenda
que se amoldaba de tal manera a tu cuerpo que pasaba a ser tu segunda piel.
Bueno todo eso
termino, las manchas pasaban directamente ya a la camisa, al pantalón al jersey,
ya podía correr sin la minifalda, ya se
me veían los pantalones cortos de lana
pesada y calcetines a media pierna.
Pero no todo fue
bonito, aquel día bajando la explanada desde la iglesia a la que sería mi área de vida durante los próximos cinco años, mi pequeña parcela
dentro del gran colegio de tapias altas , en medio del campo, recuerdo aquel
profesor con cara de oso agrio, D. Gregorio, con las gafas de culo de botella,
que me día huy que majo es el niño, anda siéntate hay, cerca de mí para que
vea lo que has aprendido con las
monjitas, todo el día preguntándome , sabes esto sabes lo otro , bueno un día más
, lo peor fue al día siguiente, aprendí el régimen militar , diana ,ducha fría,
desayuno, y formación en el campo de cemento rodeado de piedra a una altura de
cincuenta centímetros , con dos porterías de balonmano en sus extremos , como
que era el campo de balonmano de estudiantes así nos denominaban los Mulas, ¿Quién
eran los Mulas? Eso es otro capítulo que se descifrara más adelante.
Las filas por clases,
en perfecta alineación, a cubrirse, pi, pi, pi con el silbato, el que no se cubría
(poner el brazo recto en el hombro del compañero, pero sin tocarle) pescozón, capón con el pito o tiro
de patillas. Una vez en perfecta formación, el rezo con el salesiano de rigor
subido al murete que hacía de perímetro al campo de balonmano, a rezar padre
nuestro que estás en el cielo… y algún día el cara el sol, días sueltos cuando había
que celebrar algún hecho, que nosotros desconocíamos, los días de lluvia lo mismo,
pero dentro de las interminables galerías enfrente de la clase que te tocaba.
Esto se repetía cada
vez que se entraba en clase , después de los recreos , de la comida , de la
cena ,cuando pasábamos al estudio, al cine , a comer, a cenar, al dormitorio, éramos
como una locomotora con los vagones de
un lado para otro en perfecta alineación,
a golpe de silbato.
Después descubrí, lo
de la letra con sangre entra, a regletazos en las palmas de las manos, o a
cepillazos a la cabeza con el borrador de la pizarra, por cierto que pedazo de pizarra,
no se acababa, sobre todo cuando tenias que copiar, no me portare mal en clase,
durante el recreo y llenarla de dicha frase
una y otra vez.
Lo que me fijaba era
en la expresión que ponía, su cara reflejaba placer, cundo tú te retorcías de
dolor y más cuando apartabas la palma de la mano y se cabreaba y te daba más
fuerte, cuando no se quitaba el cinto y te daba donde llegaba, todo le parecía mal,
cualquier gesto, risa, bostezo, tos, vamos que andábamos mas tiesos que una
vela.
Lo bueno que solo duro
un curso nueve meses, pero aprobé todo, joder algún listo suspendió, yo por no
repetir aprendí a memorizar todo , hacer chuletas, a no levantar la mano y
ponerme si podía al fondo de la clase , detrás de alguno grande para que me tapara y pasar desapercibido,
creo qu8e eso me salvo de perecer en quinto.
Antonio Álvarez 1961