lunes, 11 de febrero de 2013

El Llorica


El Llorica
Las vueltas de la vida suele ponernos en situaciones donde un buen llanto puede ser la consecuencia natural.
Es verdad que siempre existe la tentación de hacerse el insensible "soy macho”, es decir pretender que "nunca pasa nada", pero no por mucho negar las cosas desaparecen y el precio de querer ignorar lo que nos pasa se paga con enfermedad, más tarde o más temprano.
El otro camino no es hacerse el macho, sino ser muy hombre y llorar como un niño.  Ese niño que seguimos siendo, corriendo tras los que creímos amigos y al final solo fueron compañeros de clase y de habitación, pues cuando venían mal dadas, el ser hombre no es negarla, sino enfrentarla , pero los machotes callaban mientras otros sentían el castigo con toda su fuerza y eso es lo que  fortaleció a esos chiquillos indefensos en los grandes patios de recreo a los insultos y rabietas de los compañeros mas brabucones, mas insolentes y mas chulos que un ocho, las pandas u pandillas que se formaban alrededor de estos, que al fin y al cabo es lo que habían aprendido en un entorno de, te portas bien ,eres dócil o te enderezo a golpes .
Muy rara vez ocurre que el verdadero culpable cargue con su castigo, es importante tener un chivo expiatorio para esos casos el más débil de la manada, el del rincón, el llorica que nunca supo u tubo claro por qué motivo derramo sus lagrimas. Llorar por llorar no está del todo mal, pero si buscamos desahogarnos seriamente, es necesario identificar cual es la razón de nuestras penas y nuestras penas éramos nosotros mismos, la incomprensión de los demás  hacia nuestra persona estaba presente todos los días y a todas horas en nuestro hacer diario, durante la ducha, el desayuno, la clase, la comida, el estudio, la cena y la cama, cama donde se soñaba que el día siguiente sería diferente, pero siempre despertabas a la realidad cotidiana.
Ahora estamos en condiciones de "disfrutar" nuestro llanto. No es que uno sea masoquista, sino que cuando es preciso llorar por esos recuerdos de la infancia de los conocidos y de los amigos  con los cuales sufrimos la  pena, el castigo y la alegría de salir fuera de las paredes de lo que fue nuestro hogar durante tantos años que ahora anhelamos , la vida nos ha enseñado  que no todo lo pasado fue tan malo , siempre hay alguien que lo pasa peor que nosotros ,cuanto antes empecemos y cuanto mejor crucemos la tormenta, mucho mejor para todos nosotros, el llorica lo hacía con sus berridos y lagrimas , los brabucones con sus risas y burla y los otros con sus largas huidas  al escondite de turno donde llorar y que no le vieran su rabia contenida .
Llorar  y desahogar el  desconsuelo de nuestros pesares, llorar buscando consuelo en otros es hacer un poco trampa, la experiencia me ha demostrado que determinadas circunstancias generan estados muy propicios a un honesto llanto.
Caminar muy lentamente por la vida presente y el pasado, La sensación de soledad y desolación es muy fuerte, no es necesario ocultar el llanto, nadie se percata, sencillamente porque a nadie le importa lo que tu pasas, como fue tu vida, que prohibiciones te impusieron  y de que formas tenias que vivir tu soledad, el vivir entre dos mundos uno de lo que piensan los compañeros  y otro la verdadera realidad de tu vida.

En tu interior es como un bailable  de una noche de fin semana cualquiera. La soledad que se observa y se siente en esos ámbitos es devastadora. Lo estruendoso de la música y lo confuso de las luces dan una escenografía ideal al llanto, se suma la ocasional euforia de esa masa de extraños, el contrapunto es impactante, te sientes como en el colegio, rodeado de todos los compañeros, pero solo.
También te ocurre en una plaza cualquiera, toda llena de gentes que di ambulan como locos poseídos todos con prisas, todos viviendo su propia soledad  y no se dan cuenta  de que forman parte de la humanidad hasta que ocurre un hecho grave que paraliza a dicha sociedad y los convierte en individuos y esos individuos se convierten al fin en personas con corazón y llanto. Pero entonces  apartamos a los niños que pudieran estar por ahí, ellos pueden vernos y contagiarse nuestro sufrimiento, les protegemos, no les queremos hacer daño, pero porque no hicieron lo mismo con nosotros, porque no vigilaron nuestra infancia, es que a nuestros niños de hoy  hay que protegerlos y que les sea indiferente el llanto de un extraño,  estamos haciendo un ser humano nuevo.
Con un poco de suerte podremos sentirnos suficientemente solos y desamparados como para llorar sin pudores, como cuando  éramos niños dentro del espacio más grande del mundo, San Fernando.
En algún momento, nadie puede predecir cuándo será, las lágrimas se  convertirán en fortaleza y uno puede seguir adelante con su vida, buscando nuevos y buenos motivos por los cuales volver a llorar, o si tenemos suerte, encontrar nuevos y buenos motivos por los cuales llorar por sentirnos felices.
Ser llorica, es ver el mundo a través de gotas de agua que emanan de los ojos, gotas de agua salada  de amor, alegría y sufrimiento.
Antonio Álvarez


Toni